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QUE ASÍ COMO COMENZAMOS A ENTENDER LO ESPIRITUAL ALLÍ DONDE TERMINA EL
CONOCIMIENTO DEL SENTIDO, DE LA MISMA MANERA LLEGAMOS MUCHO MÁS FÁCILMENTE A LA
ALTÍSIMA COMPRENSIÓN DE DIOS, POSIBLE EN ESTA VIDA CON LA AYUDA DE LA GRACIA,
DONDE TERMINA NUESTRO CONOCIMIENTO ESPIRITUAL
Persevera, pues, penetrando en esta nada
que no está en ninguna parte, y no trates de emplear los sentidos de tu cuerpo
ni sus percepciones. Repito, no están adaptados a esta obra. Tus ojos están
destinados a ver las cosas materiales de tamaño, forma, color y posición. Tus
oídos funcionan ante el estímulo de las ondas sonoras. Tu nariz está modela da
para distinguir entre los buenos y los malos olores, y tu gusto para distinguir
lo dulce de lo agrio, lo salado de lo fresco, lo agradable de lo amargo. Tu
sentido del tacto te indica lo que es caliente o frío, duro o blando, suave o
áspero.
Pero, como tú sabes, ni la cualidad ni
la cantidad son propiedades que pertenezcan a Dios ni a nada espiritual. Por
tanto, no trates de usar tus sentidos internos o externos para captar lo espiritual.
Los que se disponen a trabajar en el espíritu pensando que pueden ver, oír,
gustar y sentir lo espiritual, interior o exteriormente, se engañan grandemente
y violan el orden natural de las cosas. La naturaleza destinó los sentidos a
adquirir el conocimiento del mundo material, no a entender las realidades
íntimas del espíritu. Lo que quiero decir es que el hombre conoce las cosas del
espíritu más por lo que no son que por lo que son. Cuando en la lectura o
conversación topamos con cosas que nuestras facultades naturales no pueden
escudriñar, podemos estar seguros de que son realidades espirituales.
Nuestras facultades espirituales, por
otra parte, están igualmente limitadas en relación al conocimiento de Dios tal
como es. Pues, por mucho que el hombre pueda saber sobre todas las cosas
espirituales creadas, su entendimiento nunca podrá comprender la verdad
espiritual increada que es Dios. Pero hay un conocimiento negativo que sí
entiende a Dios. Procede afirmando de todo lo que conoce: esto no es Dios,
hasta que finalmente llega a un punto en que el conocimiento se agota. Tal es
la postura de san Dionisio, que dijo: "El conocimiento más divino de Dios
es el que conoce por el no-conocer".
Quien lea el libro de Dionisio verá
confirmado en él todo lo que he venido tratando de enseñar en este libro desde
el principio hasta el final. A excepción de esta única frase no quiero citarle
más a él ni a ningún otro maestro de la vida interior sobre esta materia. Hubo
un tiempo en que era considerado como modestia el no decir nada de tu propia
cosecha sin confirmarlo con textos de la Escritura o de otros maestros
conocidos. Hoy, en cambio, esta clase de cosas se considera una moda vana en
los engreídos círculos intelectuales. Por mi parte, no quiero molestarte con
todo esto, ya que no lo necesitas para nada.
El que tenga oídos para oír, que oiga, y
el que se sienta movido a creerme, que acepte con sencillez lo que digo por el
valor que en sí tiene, pues en realidad no cabe otra posibilidad.
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