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UNA PRUEBA DE QUE LOS QUE PIENSAN QUE EL MOTIVO MÁS PERFECTO DE LA HUMILDAD ES
LA COMPRENSIÓN DE LA BAJEZA DEL HOMBRE ESTÁN EN UN ERROR
Créeme cuando te digo que existe la
humildad perfecta y que con la gracia de Dios puede ser tuya en esta vida.
Insisto en esto porque algunos enseñan erróneamente que no existe mayor
humildad que la ocasionada por el pensamiento de la desdichada condición humana
y el recuerdo de la vida pecadora del pasado.
Concedo de grado que para los que están
habituados al pecado (como yo mismo he estado) esto es muy cierto. Y hasta que
el gran orín del pecado mortal sea raído en el sacramento de la Penitencia,
nada es más necesario y valioso en la enseñanza de la humildad que el
pensamiento de nuestro miserable estado y de nuestros pecados pasados. Pero
esta actitud no es auténtica para quienes nunca han pecado gravemente, con
pleno conocimiento y consentimiento. Son como niños inocentes que sólo han
caído por fragilidad e ignorancia. Pero incluso estos inocentes, especialmente
si están iniciados en el camino de la oración contemplativa, tienen motivos
para ser humildes. También nosotros, después de haber satisfecho adecuadamente
y de habernos arrepentido de nuestros pecados en la confesión y habiendo sido
arrastrados por la gracia a la oración contemplativa, tenemos motivos para ser
humildes. Pues la bondad y el amor de Dios es una razón tan por encima del
propio conocimiento como la vida de nuestra Señora está por encima de la vida
del penitente más pecador en la santa Iglesia; o como la vida de Cristo está
por encima de cualquier otro ser humano; o la vida de un ángel, que no puede
experimentar la debilidad humana, está por encima de la vida del hombre más
débil de la tierra.
Si no hubiera otra razón para la
humildad más que la pobreza de la condición humana, entonces me preguntaría por
qué los que nunca han experimentado la corrupción del pecado habrían de ser
humildes. Pues, con toda seguridad, nuestro Señor Jesucristo, nuestra Señora,
los santos y los ángeles del cielo están para siempre libres del pecado y de
sus efectos. Sin embargo nuestro Señor Jesucristo mismo nos llama a la
perfección de toda virtud en el Evangelio cuando dice que debemos ser perfectos
por gracia como él lo es por naturaleza. Y así este llamamiento ha de incluir
la virtud de la humildad.
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