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QUE DURANTE LA CONTEMPLACIÓN LA PERSONA DA DE LADO TODA MEDITACIÓN SOBRE LA
NATURALEZA DE LA VIRTUD Y DEL VICIO
Como ya he explicado, has de sumergir tu
ser en la realidad espiritual significada por la palabra "pecado", no
insistiendo, sin embargo, en una clase particular de pecado tal como el
orgullo, la ira, envidia, codicia, pereza, gula, lujuria o cualquier otro
pecado, sea mortal o venial. Pues, para un contemplativo, ¿qué importa la clase
o la gravedad del pecado? A la luz de la contemplación cualquier cosa que le
separa de Dios, por leve que sea, aparece como un mal atroz y le roba la paz
interior.
Trata de experimentar el pecado como un conjunto de algo, entendiendo que eres
tú mismo, pero sin definirlo con
precisión. Luego grita en tu corazón esta única palabra:
"pecado", "pecado", "pecado", o
"socorro", "socorro", "socorro". Dios puede
enseñarte lo que quiero decir por medio de la experiencia mucho mejor de lo que
puedo hacerlo con palabras. Pues lo mejor es que esta palabra sea totalmente
interior sin un pensamiento definido o un sonido real. En ocasiones, te
sentirás tan saturado de lo que es el pecado, que le tristeza y el peso del
mismo se extenderá por todo tu cuerpo y alma, hasta llegar a exclamar la misma
palabra.
Todo esto es igualmente cierto de la
palabra "Dios". Sumérgete en la realidad espiritual de que te habla,
pero sin ideas precisas de las obras de Dios, sean grandes o pequeñas,
espirituales o materiales. No consideres ninguna virtud en particular que Dios
pueda enseñarte con su gracia, sea la humildad, la caridad, paciencia,
abstinencia, esperanza, fe, moderación castidad o pobreza evangélica. Porque,
en cierto sentido, para el contemplativo todas son lo mismo. Él encuentra y
experimenta todas ellas en Dios, quien es la fuente y esencia de toda bondad.
El contemplativo ha llegado a comprender que si posee a Dios, posee todos los
bienes, y por eso no desea nada en particular sino sólo al buen Dios mismo. Y
tú también debes hacerlo así, en cuanto te es posible con su gracia. Que esta
palabra represente para ti a Dios en toda su plenitud y nada más que la
plenitud de Dios. Que nada sino Dios predomine en tu mente y en tu corazón.
Y dado que, mientras vivas en esta vida
mortal, habrás de sentir en alguna medida el peso del pecado como parte y
parcela de tu ser, sé lo suficientemente prudente para alternar entre estas dos
palabras: "Dios" y "pecado". Acuérdate de este principio
general: si posees a Dios te verás libre del pecado, y cuando estás libre del
pecado posees a Dios.
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