34.-
QUE DIOS DA EL DON DE LA CONTEMPLACIÓN LIBREMENTE Y SIN RECURRIR A MÉTODOS; LOS
MÉTODOS SOLOS NUNCA PUEDEN SUSCITARLA
A.-
Si me preguntas ahora cómo se ha de proceder para realizar la obra
contemplativa del amor, me pones en un aprieto. Todo lo que puedo decir es que
pido a Dios todopoderoso que en su gran bondad y dulzura te enseñe él mismo.
Pues debo admitir con toda honradez que yo no lo sé. Y te has de extrañar, pues
es una actividad divina y Dios puede realizarla en cualquiera que elija. Nadie
puede merecerla. Por paradójico que pueda parecer, ni siquiera puede
ocurrírsele a persona alguna -no, no a un ángel ni a un santo- el desear el
amor de contemplación en caso de que no estuviera ya vivo en él. Creo también
que, con frecuencia, llama el Señor deliberadamente a trabajar en esta obra a
los que han sido pecadores habituales con preferencia a aquellos que, en
comparación, nunca le ofendieron gravemente. Sí, parece que lo hace con mucha
frecuencia. Pues pienso que quiere hacernos comprender que es todo misericordia
y poder, y que es perfectamente libre para obrar cómo, dónde y cuándo le
plazca.
No da, sin embargo, su gracia ni realiza
esta obra en una persona que no tenga aptitud para ella. Pero una persona que
no tiene capacidad de recibir su gracia no la alcanzará tampoco a través de sus
propios esfuerzos. Nadie, ni pecador ni inocente, puede conseguirla. Pues esta
gracia es un don, y no se da a la inocencia ni es negada al pecado. Advierte que digo negada, no retirada.
Cuidado con el error aquí, te lo suplico. Recuerda que cuanto más cerca está el
hombre de la verdad, más sensible ha de ser al error. La advertencia que hago
es correcta, pero si ahora no puedes captarla, déjala hasta que Dios te ayude a
entenderla. Haz como te digo y no te devanes los sesos.
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