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QUE LOS HOMBRES HAN DE PROCURAR NO INTERPRETAR LITERALMENTE LO QUE SE DICE EN
SENTIDO ESPIRITUAL, EN PARTICULAR EL "DENTRO" Y "ARRIBA"
Fija, pues, humildemente tu ciego
impulso de amor en tu corazón. No hablo de tu corazón físico, por supuesto,
sino de tu corazón espiritual, de tu voluntad. Procura no tomar las cosas
espirituales de que te hablo en sentido literal. Créeme, la vanidad humana de
los que tienen una mente rápida e imaginativa puede llevarles a grandes errores
al obrar así.
Consideremos, por ejemplo, lo que te
dije sobre el ocultar tu deseo ante Dios lo mejor que puedas. Si te hubiera
dicho que le mostraras tu deseo, lo hubieras tomado quizá más al pie de la
letra que ahora, cuando te digo que lo ocultes. Pues ahora te das cuenta de que
ocultar algo intencionadamente es introducirlo en lo hondo de tu espíritu. Sigo
creyendo que se necesita una gran cautela al interpretar las palabras empleadas
en un sentido espiritual para no distorsionarlas por un significado literal.
Has de cuidar, en particular, las palabras "dentro" y
"arriba", por el gran error y decepción que puede producir en la vida
de los que se han propuesto ser contemplativos, la distorsión del significado
que está detrás de estos vocablos. Puedo confirmar esto con mi propia
experiencia y con la de otros. Pienso que te sería muy útil saber algo de esos
engaños.
Un joven discípulo de la escuela de
Dios, que acaba de abandonar el mundo, cree
que por el hecho de haberse entregado a la oración y a la penitencia
durante algún tiempo y bajo la dirección de su padre espiritual, ya está
preparado para iniciar la contemplación. Ha oído hablar o ha leído sobre ella
en el sentido de que "el hombre debe recoger todas sus facultades en sí
mismo" o "que debe saltar por encima de sí mismo". No bien ha
oído esto cuando, arrastrado por su ignorancia de la vida interior, por la sensualidad y la
curiosidad, distorsiona su significado. Siente dentro de sí mismo una
curiosidad natural por lo oculto y misterioso, y supone que la gracia lo llama
a la contemplación. Se aferra tan testarudamente a esa convicción, que si su
padre espiritual no está de acuerdo con él, se pone muy triste. Entonces
comienza a pensar y a decir a otros, tan ignorantes como él, que no le
entienden. Se aleja y, movido por la audacia y la presunción, deja la oración
humilde y la disciplina espiritual demasiado pronto, para comenzar (así lo
supone él) la obra de la contemplación. Si de verdad persiste en ella, su obra
ni es divina ni humana, sino, para decirlo llanamente, algo no natural,
instigado y dirigido por el demonio. Es una senda directa a la muerte del
cuerpo y del alma, pues es una aberración que lleva a la locura. Pero él no se
da cuenta de esto, y pensando insensatamente que puede poseer a Dios con
su entendimiento, fuerza a su mente a
concentrarse en nada más que en Dios.
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