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QUE EN ESTA VIDA LA HUMILDAD IMPERFECTA HA DE PRECEDER A LA PERFECTA
Si hablo de la humildad imperfecta no lo
hago porque dé poca importancia al verdadero autoconocimiento. Aunque se
juntaran todos los ángeles y santos del cielo con todos los miembros de la
Iglesia en la tierra, situados en todos los grados de la santidad cristiana, y
rogaran por mi crecimiento en la humildad, estoy cierto que no me aprovecharía
tanto ni me llevaría tan rápido a la perfección de esta virtud, como un poco de
autoconocimiento. Ciertamente, es imposible llegar a la perfecta humildad sin
él.
Por tanto, no huyas del sudor y de la
fatiga que supone el conseguir un verdadero autoconocimiento, pues estoy seguro
de que cuando lo hayas adquirido llegarás muy pronto al conocimiento
experiencial de la bondad y del amor de Dios. No un conocimiento completo,
naturalmente, pues eso no es posible al hombre; ni siquiera tan completo al que
poseerás en la alegría de la eternidad, pero sí un conocimiento tan completo
como es posible al hombre en esta vida.
Mi propósito al explicar los dos tipos
de humildad no es ponerte en seguimiento de la perfecta con desprecio de la
imperfecta. No, y confío en que nunca harás esto. Mi intención es simplemente
ayudarte a apreciar la excelsa dignidad de la obra contemplativa del amor, en
comparación con cualquier otra posible con la ayuda de la gracia. Pues el amor
secreto de un corazón puro que presiona sobre esa nube oscura del no-saber que está entre ti y tu Dios de una manera
oculta pero cierta incluye en sí mismo la perfecta humildad sin ayuda de ideas
concretas o claras. Quería además que apreciaras la excelencia de la humildad
perfecta de forma que la mantuvieras ante tu corazón como un acicate a tu amor.
Esto es importante para nosotros dos. Y,
finalmente, me he esforzado por explicar todo esto porque creo que un
conocimiento pleno sobre la perfecta humildad por sí mismo te hará más humilde
Pues pienso a menudo que la ignorancia de los dos grados de humildad ocasiona
una buena dosis de orgullo. Es muy posible que un poco de gusto de lo que he
llamado humildad imperfecta pudiera llevarte a creer que ya eres humilde a la
perfección. Te engañarías a ti mismo y, lo que es más, habrías caído en el
fétido cieno de la presunción. Esfuérzate, pues, por conseguir esta virtud en
toda su perfección. Cuando una persona la experimenta no pecará ni entonces ni
durante mucho tiempo.
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