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QUE EN TODO, EXCEPTO EN LA
CONTEMPLACIÓN, LA PERSONA HA DE SER MODERADA
Si me preguntas ahora qué clase de
moderación has de observar en la obra de la contemplación, te responderé lo
siguiente: ninguna. En todo lo demás, como el comer, beber y dormir, la
moderación es la regla. Evita los extremos de calor y frío; guárdate contra el
exceso por más o por menos en la lectura, la oración o el compromiso social. En
todas estas cosas, repito, sigue el sendero del medio. Pero en el amor no
guardes medida. En realidad, desearía que nunca cesaras en esta obra del amor.
Has de darte cuenta, en efecto, de que
en esta vida te será imposible continuar en esta obra con la misma intensidad
durante todo el tiempo. La enfermedad, los achaques del cuerpo y del espíritu y
otras innumerables necesidades de la naturaleza te dejarán indispuesto y
apartado de sus alturas. Al mismo tiempo, sin embargo, te aconsejo que te mantengas
siempre con buen ánimo y, si quieres, con alegría. Lo que quiero decir es que
con el deseo puedes permanecer en ella aun cuando interfieran otras cosas. Por
amor de Dios, evita, pues, la enfermedad en cuanto te sea posible, a fin de que
no seas responsable de una enfermedad innecesaria.
Te hablo seriamente cuando te digo que
esta obra exige una disposición relajada, sana y vigorosa tanto de cuerpo como
de espíritu. Por amor de Dios, disciplínate en el cuerpo y en el espíritu a fin
de mantener tu salud el mayor tiempo posible. Pero si, a pesar de tus mejores
esfuerzos, la enfermedad te domina, sé paciente en soportarla y espera con
humildad la misericordia de Dios. esto basta. En efecto, tu paciencia en la
enfermedad y en la aflicción puede ser a menudo más grata a Dios que los
tiernos sentimientos de devoción en tiempos de salud.
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