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QUE EL CAMINO MÁS SUAVE Y MÁS SEGURO DEL CIELO SE MIDE POR LOS DESEOS Y NO POR
LOS KILÓMETROS
Quizá la ascensión de Cristo sigue
siendo para ti una piedra de escándalo. Él ascendió físicamente en presencia de
todos sus discípulos y envió al Espíritu Santo como había prometido. Todo lo
cual te hace creer que durante la oración has de dirigir literalmente tu mente
hacia arriba. De hecho, creemos que Cristo en su humanidad resucitada subió al
Padre, pero me vas a permitir que intente explicarte una vez más por qué este
hecho no se ha de reconstruir en un sentido literal. Me explicaré lo más
sencillamente que pueda aun cuando mi explicación no sea del todo adecuada.
Sí, Cristo ascendió a los cielos y desde
lo alto envió al Espíritu Santo, pero subió arriba porque esto era más adecuado
que descender o dirigirse a la izquierda o a la derecha. Aparte del alto valor
simbólico de dirigirse hacia arriba, la dirección de este movimiento, sin
embargo, es totalmente accidental a la realidad espiritual. Pues en el reino
del espíritu, el cielo está tan cerca de arriba como de abajo, de detrás como
de delante, de la izquierda como de la derecha. El acceso al cielo se hace a
través del deseo. El que desea estar en él, realmente está allí en espíritu. La
senda que lleva al cielo se mide por el deseo y no por los kilómetros. Por esta
razón san Pablo dice en una de sus cartas: "Para nosotros nuestra patria
está en el cielo..." (Flp 3,20). Otros santos han dicho sustancialmente lo
mismo, pero de diferentes maneras. Quieren decir que el amor y el deseo
constituyen la vida del espíritu. Y el espíritu mora donde mora su amor, tan
ciertamente como mora en el cuerpo al que llena de vida. ¿Entiendes mejor
ahora? No necesitamos tensar nuestro espíritu en todas las direcciones para
llegar al cielo, pues ya vivimos en él por el amor y el deseo.
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